Hay ciertos momentos en el dia en los que siento una necesidad irrefrenable de postear. El sentimiento es similar a cuando tienes una palabra atorada en la punta de la lengua, una sensación de déjà vú que no acaba de cuajar, como si a la matrix le diera hipo o se le cayera uno de los nodos de su cluster infinito (e inefable). A veces simplemente escribo, casi de forma aleatoria, divagando por minutos antes de darme por vencido y cerrar la ventana de mi explorador (o notepad), incapaz de redactar un post aceptable.
Generalmente un post nace como consecuencia de una idea, un concepto o algunas veces una simple imagen que se desvanece tan pronto como el teléfono de tu escritorio suena o alguien grita tu nombre, y de forma no distinta a nosotros tienen varias etapas por las que deben atravesar: los posts en su etapa fetal son delicados, son una simple idea en formación y cualquier cambio en su entorno puede resultar en abortos o mutaciones abominables. Una vez que la gestación ha concluido viene la parte de convertirlos en letras, esta es quizá la más difícil de todas, pues es complicado plasmar utilizando apenas veintisiete caracteres una idea que se rehúsa a ser confinada, muchas de ellas, como los potros de las películas de vaqueros necesitan de varios intentos antes de poder amansarse, pero la impaciencia o las presiones de la vida cotidiana evitan que terminemos de domar aquella idea la cual como mariposa revolotea por nuestras neuronas y salta alegre de terminal en terminal nerviosa mientras se ríe de nosotros con eléctricas carcajadas.
Si usted, amable lector logra domesticar a un post no lo descuide, léalo una y otra vez, cobíjelo y cántele poemas antes de dormir, lleve siempre un vaso de agua y déjelo en su mesita de noche por si le da sed en la madrugada. Solo así podrá fundirse por siempre con el eterno manto lógico de la red y usted podrá estar orgulloso de haberlo hecho nacer.
jueves, agosto 24, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario