viernes, febrero 25, 2005

Snif

Cuando era pequeño teníamos en casa un perro boxer llamado Manix, un día a mi papá le avisaron que le iban a regalar un perro, mi mamá estuvo encantada hasta que lo conoció: el Chato, como le decíamos, era un terremoto en cuatro patas, tomaba agua del excusado, babeaba todo a su paso y devoraba cuanto animal más pequeño que él se le pusiera enfrente. Entonces vivíamos cerca de lo que fuera el antiguo aeropuerto de la ciudad, en los alrededores de la pista había varias casas humildes, y en más de una ocasión el Chato le causó problemas a mi papá cuando salía a correr con él y de repente el perro desaparecía, para regresar minutos después con un pato, gallina o cualquier otra presa que hubiera atrapado, fueron muchas las veces en las que mi padre, apenado iba a la casa de donde Manix se hubiese robado la presa, con el patito o gallinita muertos ofreciéndose a pagar por los daños. Sin embargo, Chato era increíble conmigo y mis hermanos, nos tenía una paciencia enorme, y siempre jugaba con nosotros aunque le costara un pelotazo en el hocico. Una semana salimos de vacaciones y al regresar nuestro vecino nos dijo que el Chato había muerto (ya estaba muy viejo), mis hermanos y yo nos pusimos muy tristes, y no volvimos a tener otro perro hasta que hace cinco años Max llegó a nuestra casa como regalo de cumpleaños para mi hermano.

Ayer salí de nuevo a Ciudad del Carmen a realizar un cambio de disco y a llevarme varias piezas que tenemos en almacenamiento allá. Al regresar a casa mi madre me dijo que la conejita había muerto, se había salido de su jaula y caído de las escaleras. No pude evitar acordarme del Chato, decidí enterrarla en el jardín con el nombre de Miss Whiteness. Lástima, ya había comenzado a encariñarme con la conejilla esa... Snif.

1 comentario:

Roko dijo...

Mi casa parace cementerio de mascotas... y a tod@s los extraño...