viernes, abril 01, 2005

The Dying Potato

Debería sentirme mal por la muerte del papa, a final de cuentas mi ateísmo fue forjado a base de una educación principalmente católica, el señor ya era jerarca de la iglesia desde antes de que yo naciera, y fui testigo del amor que la gente aún le tiene.

Recuerdo que cuando era pequeño mi abuela vino de visita exclusivamente porque el papa iba a andar por estas tierras, recuerdo muy claramente que no quisieron llevarme, y cuando llegaron al fin, por la noche, me dijeron "te hubiera gustado mucho, hubo fuegos artificiales al final", y yo estaba bien pinche triste, no porque no había visto al papa sino porque me había perdido los fuegos artificiales. Años después, el papa john regresó a tierras mexicanas, y mi ligeramente más maduro intelecto fue suficiente para ver a través de la mercadotecnia en las papas sabritas (aunque para entonces el ateísmo y la idea de la hipocresía de la iglesia ya habían anidado en mi cerebro) y darme cuenta de que la iglesia no es más que la estafa más grande desde greenpeace y la filantropía, lucrando con los buenos sentimientos de las personas y su necesidad de creer en algo.

Debería sentirme triste, pero no, en realidad el papa me inspira lástima: postrado en su lecho de muerte rodeado de gente que nada más espera su fallecimiento para llenar una primera plana. No coincido con los mensajes pendejos que te mandan por messenger de "pon una flor al principio de tu nick", pero si me inspira algo de ternura el ruquito terco negándose a dejar su puesto mientras aún tenga fuerzas: con genuinas ganas de seguir realizando su labor y no un afán de convertirse en el muerto célebre del mes (o por lo menos eso me dice mi mente, con la esperanza de que todavía existan buenas cosas que celebrar en este mundo.


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